martes, 19 de julio de 2011

El laberinto posterior

Esa misma noche él supo que se soñaban. Que ese laberinto intemporal era su vínculo.

lunes, 18 de julio de 2011

Un sueño

Ariadna soñó que volvía a tener a su hermano enfrente. Soñó que le hablaba y que, como todas esas noches en el laberinto, oía su respiración y veía la silueta de su rostro de forma difusa en la oscuridad; ese rostro que no era el de un humano, pero que tampoco era el de un animal. Sus ojos, como los de un ciervo que recibe luz de golpe, destellaban cuando éste cambiaba de posición. Su voz de hombre adolescente (de uno normal) resonaba en las cavidades infinitas de aquel recinto. Ella, sentada en el suelo, recargada en la pared contraria, miraba al cielo.

-¿Me escuchas, Asterión? -dijo sin desviar la mirada de su objetivo celeste, y el eco se repitió hasta perderse en sus propios recovecos vocálicos.
-Siempre te escucho -En su voz se percibía la usual nota melancólica, la cual se hacía aún más aguda cuando hablaba con su hermana.

Asterión se acercó a ella en la oscuridad, y Ariadna lo sintió sentarse a su lado. La enorme mano de aquél se posó suavemente sobre la suya; la sensación del frío de sus garras-pezuñas, y la tibieza del cuero aterciopelado de su piel, le resultaba siempre reconfortante.

-No quiero más amor que el tuyo -susurró ella, rompiendo el silencio.
Sintio el gigantesco brazo tomarla por la cintura. El hermano atrajo a la hermana hacia sí, y ésta le rodeo el cuello, tan grueso como un tronco, con sus brazos delgaditos.

Ariadna despertó. Se sentó en el lecho y miró largo rato a Teseo. Era realmente hermoso.

domingo, 17 de julio de 2011

La isla y la noche

Teseo estaba recostado en el camastro, estirado sobre su espalda, relajadamente. Una copa de vino en su mano derecha se mecía como el mar bajo el influjo del viento. La miraba con lujuria, casi con hambre, casi con el hambre de un marinero famélico cuya dieta ha estado limitada durante meses a granos de trigo.

-Desnúdate.

Ariadna obedeció. El blanco semitransparente manto se deslizó desde su pecho hasta sus pies. La curvilínea y pálida figura resaltó en contra del horizonte nocturno. Se acercó con lentitud hacia su amante, y su amante hizo lo que cualquier héroe en su lugar hubiera hecho: La tomó con violencia, con sed, con ansia, con todo el deseo que tenía de tomarla de aquella manera desde que ella se le había insinuado por primera vez. Él -se decía a sí mismo- la había salvado del laberinto, y no al revés. Ariadna le pertenecía, por derecho heróico.

sábado, 16 de julio de 2011

Recuerdos

Lo que Teseo no sabía era que Ariadna había pasado gran parte de su infancia acompañando a su hermano. Asterión dominaba el lenguaje con maestría, gracias a las tempranas lecciones que había recibido de ella. Cuando los cuernos de aquel eran apenas diminutos asomos de hueso, solían caminar por el laberinto tomados de la mano.

-¿Me querrás siempre, hermano? -preguntó un día la niña.
-Siempre -respondió la bestia-niño.